La víctima de Noche

Hacer taxi por las noches es más tranquilo. El tráfico es menos intenso y se gana más dinero. Trabajo de seis de la tarde a seis de la mañana, doce horas en el volante para ser exacto. Nunca se me ha presentado algún problema, mi estampita de San Judas Tadeo, cuida fielmente de mí. Una y media de la madrugada Hoy estoy muy cansado, no creo que pueda cumplir mi jornada. Las calles de Lima son un laberinto gris, ya estoy harto de la rutina, necesito otro empleo. Pero para un hombre de treinta y cinco años, sin profesión y secundaria a las justas, no es sencillo. Rondando el concurrido distrito de Miraflores, bor deando el parque Kennedy, estoy pensando muy seriamente en ir a mi casa, tomarme unas cervezas, embriagarme, despertarme a las seis de la tarde, y continuar mi predecible vida. Una mano amistosa me hace una señal, se trata de una mujer con minifalda, no logro visualizarla bien, me acercaré. Freno mi taxi amarrillo y me dedico a examinar a mi próxima pasajera. Una